Las sombras lentamente fueron consumiéndolos.
Él se
encontraba recostado en aquel sofá de fino terciopelo rojizo, con sus
patas y decoraciones doradas. Ella sentada en el suelo sujetando su
manga mientras su mirada se perdía en aquel techo, que anteriormente fue
blanco, ahora negro.
Como si realmente no sintiesen, como si
realmente no estuviesen, ellos se mantenían en silencio. Eran aquellos
silencios que relajaba el alma, aquello que disuelve el dolor y
desvanece el odio, aquellos silencios que no suelen encontrarse.
A
pesar de todo ellos no se inmutaron, no, a diferencia de lo que se
podía creer ellos se sintieron al fin en paz. Quizás era por la falta de
razón o sentido común que ambos tenían, quizás era por el alivio que
ahora sentían, quien sabe realmente.
Era simple, era inaudito y sin sentido, ¿cómo había sucedido?, nadie lo sabía, nadie deseaba saberlo.
Mientras
ellos vivían en una ilusión eterna, aquí donde tú y yo estamos, los
llantos decoran la habitación, donde dos almas descansan por siempre y
para siempre, donde viven creyendo ser verdad cuando la realidad solo
lamenta la pérdida de dos peones más.
Si no lo hubiesen deseado,
si no lo esperaban con tanto anhelo, quizás, y solo quizás, ahora la
oscuridad no los hubiese consumido y los llantos ajenos no existirían,
pero solo sería una mentira más porque ambos y todos nosotros sabemos
que era lo mejor. La oscuridad llegaría tarde o temprano pero era mejor
que ellos estuviesen juntos, que ambos supiesen que así en paz estarían y
que el dolor seria menor, para ellos y para todos.
Las sombras lentamente fueron consumiéndolos.
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